8.3. La conferencia de población de Bucarest

Durante 1973, las Naciones Unidas anunciaron la Conferencia de Bucarest, como culminación del “Año Mundial de la Población 1974”, publicitada con pósters que sugestivamente decían: “una familia pequeña es una familia feliz”.
Rockefeller se dirigió a los delegados de la Conferencia, en un discurso donde afirmó que la “planificación de la población ha de ser una parte fundamental de cualquier programa de desarrollo moderno, tal como lo reconocen y aceptan los líderes de las naciones”.

El “Plan de Acción Poblacional Mundial”

La ONU había organizado previamente dos Conferencias de Población de carácter exclusivamente científico, en Roma en 1954 y en Belgrado en 1965. La de Bucarest fue la primera que tuvo un carácter marcadamente político. La Conferencia fue abierta por el entonces Secretario General de la ONU, Kart Waldheim, el 19 de agosto de 1974. En ella participaron 135 gobiernos, además de 14 organismos de N.U. relacionados con la temática poblacional, entre ellos el FNUAP, UNESCO, FAO, OIT y UNICEF. En Bucarest se debatió el Plan Mundial de Acción en Población, basado en un Plan Provisional, preparado por 16 “expertos” de las N.U.

“El Plan Provisional recomienda que se debe adoptar como meta cara al año 1985, la reducción de la tasa mundial de crecimiento anual, desde el 2% actual a un 1,6%. Siguiendo esta misma línea, el Plan Provisional urge a todas las naciones que hagan llegar, no más tarde de 1985, a cualquier individuo que lo desee, la necesaria información y educación sobre planificación familiar, y los métodos para llevar a cabo una planificación familiar eficazmente”. Manuel Ferre y otros, Las políticas demográficas, 1975.

Al tratar el Plan Provisional, “la mayor sorpresa fue la actuación de Argentina, que propuso nada menos que 69 enmiendas, la mayoría de las cuales atacaron a los apartados del Plan dedicados a la planificación familiar y a la reducción del crecimiento de la población. Especialmente ofensiva para Argentina era la meta de proporcionar información y métodos de planificación familiar a todas las parejas del mundo para 1985, y el planteamiento de los problemas del subdesarrollo desde la perspectiva de la supuesta explosión demográfica. Por tanto, Argentina propuso que se eliminase del documento toda referencia a la urgencia de poner en práctica programas de planificación familiar y la repartición de información y servicios sobre el control de natalidad a todas las parejas del mundo para el año 1985. Esta moción fue adoptada por 52 votos a favor y 42 en contra, con protestas oficiales por parte de Estados Unidos, Yugoslavia y Méjico”.
“La delegación de Argentina no podía aceptar el planteamiento de que la población había de tratarse de una manera peculiar y singular, fuera del contexto de otros factores más importantes, como son el desarrollo, la justicia social y la distribución equitativa de las riquezas de la tierra. El cambio de énfasis en el Plan Mundial desde el control de la fertilidad hacia estos otros factores se debe en gran parte a las enmiendas propuestas por Argentina en el Grupo de Trabajo”. En la Eco 92, Argentina volvería a tener un papel decisivo, para desbaratar los aspectos antinatalistas de los borradores de trabajo preparados por los burócratas de las Naciones Unidas.
El Informe Kissinger, comentó la suerte del Plan de Acción para la Población Mundial, afirmando que “hubo una consternación general, por lo tanto, cuando al comienzo de la conferencia el plan fue sometido a un ataque fulminante que se prolongó por cinco horas, encabezado por Argelia, con el apoyo de varios países africanos; Argentina, apoyado por Uruguay, Brasil, Perú, y, en forma más limitada, por otros países de Latinoamérica; el grupo de países del Este europeo (menos Rumania); el PRC y la Santa Sede”. Informe Kissinger, NSSM, pags. 86 y 87.
El Plan Mundial de Acción en Población resultó un fiasco para los EE.UU. y los organismos dependientes de Naciones Unidas cuyo único interés era la aplicación a escala mundial del control natal. Sin embargo, “aunque los objetivos más radicales de los planificadores familiares han sido modificados y minados en gran parte del Plan, todavía siguen allí, entretejidos a lo largo del documento y camuflados por un lenguaje retórico. Por eso, cada palabra llega a tener una importancia mucho mayor de lo que se percibe sobre el papel: la condenación de los abortos ilegales significa de hecho la aprobación de los abortos legales; la integración de la mujer en la sociedad implica la reducción de sus obligaciones con respecto a su familia; el derecho de cada pareja a decidir el número de hijos que desean se traduce en el acceso a los anticonceptivos que quieren, y así sucesivamente”.

La estrategia de la organización

Los organizadores de la Conferencia de Bucarest fueron lo suficientemente hábiles, como para compensar su derrota en el campo diplomático, con importantes victorias en lo periodístico. Para ello prepararon y desarrollaron en forma paralela a la Conferencia, el coloquio para Periodistas, con 10 conferencias a cargo de diversos “expertos” contratados por la organización. Curiosamente 9 de ellos eran acérrimos partidarios del control natal, como Margaret Mead, Lester Brown, Aziz Bindary y Aurelio Peccei. Al coloquio asistieron más de 250 periodistas, incluyendo 50 que habían sido invitados especialmente y financiados exclusivamente por las Naciones Unidas.
Además, se llevó a cabo la Tribuna de Población, en la que expusieron 159 personas, de los que sólo 46 pertenecían a instituciones universitarias, 8 a la IPPF, y el resto eran funcionarios de organismos demográficos o de salud, gubernamentales o no gubernamentales. El 80% era partidario del control natal, como por ejemplo el infaltable John D. Rockefeller III… Se publicó el diario Planet de la Conferencia, que fue repartido a los 5.000 asistentes durante los 10 días de su duración; lo editó la IPPF, y su contenido fue indisimuladamente partidario del control natal. Con todos estos elementos, los periodistas acreditados en la Conferencia, comenzaron a hablar del supuesto “espíritu de Bucarest”, según el cual habría un exceso en la población mundial, y sería imprescindible e impostergable tomar medidas concretas, para la reducción de la tasa de natalidad de todos los países en vías de desarrollo.
Ellos no lo reconocerán jamás, pero tal como observan agudamente Ferrer y otros, en el “espíritu de Bucarest” subyacen las tesis de Malthus, quien “en vez de preocuparse por aliviar la miseria ajenas, descubrió un principio natural, según el cual hay que evitar que existan pobres evitando que nazcan, y si nacen no se les debe ayudar, porque no tienen derecho a la vida: Nos sentimos obligados por la justicia y el honor a negar formalmente que los pobres tengan derecho a ser ayudados. Este espíritu maltusiano no es la mentalidad de una sociedad adulta y responsable por el futuro, sino una simple expresión de un mundo egoísta”. Lo cierto y real es que desde la Conferencia de Bucarest, los medios de comunicación social se lanzaron a una campaña cada vez más intensa, a favor de la contracepción y el control natal, y, paralelamente, han silenciado todas las voces partidarias del respeto a la dignidad de la persona humana.

  ©Template by Dicas Blogger.