10.6. Germaine Greer: La estrategia de la revolución sexual

Para Germaine Greer la estrategia del movimiento feminista es básicamente la que Valery Solanas realiza al asesinar de un disparo a Andy Warhol: exterminar a los hombres. Germaine Greer nace en 1939 en Melbourne (Australia) y estudió en la universidad de la ciudad donde era conocida por Germaine Queer (Boyera) por su defensa de la homosexualidad y el lesbianismo. Se fue a vivir a Sydney con un grupo de anarquistas que practicaba el amor libre en comuna. En 1963 consigue una beca para estudiar en la Universidad de Cambridge y doctorarse en Artes. Escribía periódicamente sobre temas pornográficos en la revista Underground.
En 1968 contrae matrimonio con un periodista australiano y su matrimonio duró exactamente tres semanas. El resto de su vida se dedicó a escribir sobre aquellos temas que más la obsesionaban como la infertilidad, el sexo lésbico y heterosexual, la menopausia, la violación, etc. En 1970 Greer publica “El eunuco femenino” donde denuncia el comportamiento sexual insatisfactorio y pasivo de las mujeres en la sociedad de aquella época “un ser producido por la cultura patriarcal: joven, sonriente, lampiño, de expresión seductora y sumisa”.
Greer asume las tesis del freudomarxismo de Marcuse y Reich sobre la revolución sexual. Para ellos el capitalismo había encerrado al hombre en una sociedad reprimida sexualmente, cuya liberación sólo podría producirse a través de la revolución sexual, mediante la supresión de todas las trabas a la libido y a la práctica del amor libre. Para Greer “la sexualidad es práctica revolucionaria y provee de energía para destruir y crear”.
Reconoce ciertamente que así como durante la época clásica, el Renacimiento y el Barroco la sexualidad femenina había sido exaltada, durante el s. XIX y los principios del XX se había vuelto oculto y oscurantista. Para Greer la represión sexual produce una “castración de la mujer” en la que el hombre se apropia de la energía sexual femenina, distorsionándola con dos tipos de mitos: el amor romántico y el matrimonio. Ambos constituyen “la fantasía mutua sobre el amor heterosexual más comúnmente aceptada en nuestra sociedad: la familia”.
La revolución ha de consistir en romper las “relaciones socialmente legitimadas como el matrimonio; la mujer debe ser autosuficiente y evitar de manera deliberada establecer dependencias exclusivas y otros tipos de simbiosis neuróticas”. “La mujer revolucionaria tiene que saber quienes son sus enemigos: los médicos, psiquiatras, auxiliares sanitarios, sacerdotes, asesores matrimoniales, policías, jueces y elegantes reformadores. Tiene que saber quienes son sus amigas, sus hermanas y buscar entre sus rasgos los suyos propios. Con ellas podrá descubrir la cooperación, la comprensión y el amor”.
Años después escribe una obra “Sexo y destino” (1985) en la que cambió radicalmente sus concepciones feministas. En esta obra reconoce el valor de la maternidad, el control del cuerpo y de los instintos, la familia e incluso de la castidad. En esta obra denuncia que la sociedad occidental se está suicidando por sus políticas de control de la natalidad y que está cometiendo un genocidio con el Tercer Mundo al propagar estas políticas. Greer denuncia la hostilidad occidental hacia la infancia y la maternidad. Ella cree que la mujer-madre del Tercer Mundo es el último baluarte frente al avance del imperialismo tecnocrático occidental y que es la última esperanza para frenar la decadencia de la especie humana. No cree que la emancipación femenina consista en adoptar el rol masculino o en imitar al varón, sino en un feminismo de la diferencia. Propone una nueva forma de poder femenino consistente en el monopolio de la maternidad. Denuncia la “religión del orgasmo” como un “nuevo opio del pueblo” favorecido por el capitalismo como estrategia de control para neutralizar al feminismo.

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