7.3. Marcuse y el freudomarxismo

Herbert Marcuse (1898, 1979) fue un pensador que trato de adaptar y fusionar el freudismo con el marxismo alcanzando gran hacia el final de la pasada década de los sesenta. En su obra Eros y civilización (1955), propugna una total liberación sexual y niega cualquier principio trascendente que pueda fundamentar las manifestaciones espirituales de la vida humana -el amor entre ellas y el fin que le es propio.
Todo en Marcuse se reduce a la satisfacción de necesidades animales. Para Marcuse, "las nociones freudianas de felicidad y libertad son eminentemente críticas, en cuanto que son materialistas y protestan contra la espiritualización del deseo"; por eso no es concebible que pueda haber un amor espiritual: la única forma de amor es la sexual, y solamente con la completa libertad sexual podrá el hombre ser feliz. Así queda reducido el hombre a su pura animalidad. De todas maneras, ante la perspectiva que ofrece esta plena libertad, que sugiere una sociedad de maníacos sexuales, Marcuse se apresura a decir que esta libertad conseguiría transformar la misma libido.
La civilización con que Marcuse sueña es una civilización absolutamente erotizada en que no tiene cabida ningún atisbo de amor espiritual. El intento de Marcuse carece de interés científico, pero muestra muy bien las consecuencias lógicas del materialismo marxista y freudiano cuando concibe al hombre como un simple momento del materialismo dialéctico para satisfacer las necesidades materiales. En consecuencia, Marcuse, siguiendo a Freud, se propone conseguir que el hombre despliegue su animalidad sin ningún freno, como expresión de la liberación humana y como meta suprema de la vida. Marcuse fue el ideólogo de la revolución estudiantil del 68 en sus aspectos sociales y culturales.

De la utopía al Hedonismo

Marcuse elaboró la síntesis entre la razón económica de Marx y el inconsciente de Freud. Fueron sus seguidores feministas, Green, Millet y Firestone, entre otras, las que propagaron con más eficacia sus teorías en torno a la revolución sexual. A partir de ellas, la izquierda cambió el discurso utópico, fundado en la crítica económico-social, por el discurso hedonista, fundado en la crítica represiva de la sociedad. A partir de aquí la izquierda sustituyó el utopismo por el hedonismo, y la agenda política pasó de las reivindicaciones sociales y económicas a las reivindicaciones permisivas en torno al comportamiento sexual; la revolución dejo de ser social para pasar a ser psíquica.
La revolución para Marcuse y para la nueva izquierda, es por definición una estrategia utópica, y tiene por objeto conseguir un nuevo paraíso en la tierra: la sociedad sin clases, sin trabajo alineado e inhibida de cualquier represión instintiva en un mundo feliz de pleno goce sexual.
En una conferencia pronunciada en el año 1974 y titulada Marxismo y feminismo afirmaba que las cualidades de las mujeres son las propias de eros, y por lo tanto las opuestas a los principios que estructuran la sociedad patriarcal y capitalista. Marcuse veía en la sexualidad femenina reprimida el motor de un cambio social futuro: el eros femenino traería la nueva sociedad.
En 1968 murió el sueño utópico que había sido una constante en la izquierda. Surgía una nueva izquierda radical consolidada de manos del feminismo y que nacía en el corazón de una sociedad opulenta, obesa de consumo, satisfecha de las nuevas necesidades anteriormente reprimidas. Este nuevo rumbo surgía en el seno de un Estado del Bienestar que satisfacía las necesidades materiales básicas para vivir. En la sociedad de la opulencia deja de tener sentido la utopía, tan sólo cobra sentido el deseo de placer. La nueva izquierda, y con ella el feminismo radical, acabó con el utopismo e instauró el hedonismo: “La sociedad del goce, el juego y la automatización cibernética”.

“Creo que sobre esto estamos todos de acuerdo, incluso con nuestros enemigos. Apenas hay hoy, ni en la misma economía burguesa, un científico o investigador digno de ser tomado en serio, que se atreva a negar que con las fuerzas productivas técnicamente disponibles, ya hoy es posible la eliminación material e intelectual del hambre y la miseria, y que lo que ocurre ha de atribuirse a la organización sociopolítica de la tierra… por eso podemos decir que hemos alcanzado el final de la utopía”.H. Marcuse

La vieja izquierda se quedó con el hambre del Tercer Mundo, y en el “socialismo o muerte” del malecón. El pensamiento del 68 trajo pacíficamente el capitalismo salvaje.

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