8.7. Helen Brook y la anticoncepción en Gran Bretaña

Lady Helen Brook impulsó en Gran Bretaña la difusión de los métodos anticonceptivos a través de una cadena de consultorios de control de natalidad denominados Centros Asesores Brook para Jóvenes. Ella misma lo cuenta en 1984 en una entrevista para una revista médica llamada Current Practice.
Todo comenzó a final de los años cincuenta, cuando la compañía de transportes urbanos de Londres lanzó una campaña para reclutar empleados en las Indias Occidentales. Como miembro de la Asociación para la Planificación Familiar, Helen Brook estaba preocupada porque las gentes del Caribe suelen tener varios hijos ya antes de celebrar su boda. Lo que en realidad preocupaba a la gente como Lady Brook no era el carácter prematrimonial de las relaciones de los indios occidentales, sino el número de hijos, muy superior a la media, que suelen tener esos inmigrantes negros. Tras largas conversaciones con los funcionarios de esos tres departamentos, se le concedió autorización para ensayar un sistema de planificación familiar dirigido al caso especial de las parejas de caribeños que no estuvieran casados. Después de triunfar en su intento de influir sobre las mujeres negras, no pasó mucho tiempo sin que Lady Brook se pusiera a pensar en ofrecer sus servicios a las blancas solteras, e inició el programa de “abrir sus centros” a todas las mujeres que quisieran. El lugar donde Lady Brook estableció su primer consultorio en Marylebone era propiedad de la Sociedad Eugenésica. Tal como dijo a los periodistas en 1984, una vez que empezó a atender también a mujeres blancas solteras, la actitud de la sociedad hacia la contracepción cambió por completo. “Ya no nos limitamos más a la planificación familiar, sino al control de los nacimientos, lo cual no tiene necesariamente que ver con la familia o el matrimonio”.

CUANDO SE ABRE LA CAJA DE PANDORA

Helen Brook reconoció años después que no pretendía semejante terremoto en las costumbres. Siempre subrayó que ella quería promover no la permisividad sexual, sino la educación sexual, y lo que de hecho ha sucedido fue para ella una frustración que nubló sus últimos años. Cuando llegó la píldora, dijo, "fue como si de pronto la gente hubiera perdido la razón. Daba miedo. A veces me sentía como si yo hubiera contribuido a abrir la caja de Pandora". Es el mismo sentimiento que ha manifestado otra promotora de la planificación familiar en Francia, la socióloga Evelyne Sullerot, en su último libro, Le grand remue-ménage (cfr. servicio 87/97).
Otro motivo de decepción para Brook fue el aborto. No lo admitía más que en circunstancias extremas, y le parecía "horrible" que fuera usado como contracepción. "Sin embargo –comenta el Telegraph–, pese a los mejores esfuerzos de los centros Brook, en Gran Bretaña se realizan 170.000 abortos legales al año". También alarmaba a Brook la proliferación de hogares sin padre: "Si tuviera que empezar de nuevo –dijo en 1991–, trabajaría en favor de las familias con padre y madre".
Helen Brook se encontró, pues, con un panorama moral no deseado, para el que no tenía métodos eficaces para actuar. Pero su sinceridad no debe hacer olvidar que la caja de Pandora estaba a la vista. Lo que ella no supo anticipar fue augurado por Pablo VI en la encíclica Humanae vitae, publicada en 1968. Ahí podía haber confrontado Brook sus buenas intenciones con las consecuencias previsibles de su empeño. El Papa advirtió que, con los métodos de regulación artificial de la natalidad, se abriría el camino "a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad"; el hombre podría acabar por "perder el respeto a la mujer" y llegar "a considerarla como simple instrumento de goce egoísta" (Humanae vitae, n. 17).
Victoria Gillick, cuando años más tarde escribe el relato de su vida y de su lucha contra el gobierno británico, señalará que esa encíclica resultará profética al advertir que el control artificial de los nacimientos conduciría a la “infidelidad matrimonial, a un rebajamiento del nivel moral, al desprecio del hombre por la mujer y a la agresividad sexual”.
Comenta cómo en Inglaterra la invitación del Papa “a seguir la ley natural y divina, en la cual la humanidad encuentra su realización auténtica y su alegría duradera”, fue despreciada y ridiculizada por mucha gente, incluyendo una gran cantidad de matrimonios católicos, pero señala cómo, veinte años más tarde, los temores del Papa sobre el efecto nocivo de la anticoncepción se estaban cumpliendo.
Ahora, escribe en 1989, “a lo largo de los últimos veinte años, en el tiempo en que más y más parejas han estado usando continuamente la contracepción, el número de divorcios ha crecido como la espuma”(...) “y nos guste o no nos guste, ahí está el hecho de que la infidelidad matrimonial y la conducta irracional son los dos motivos citados con más frecuencia en las causas de divorcio de estos años”.

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