1.4. La eliminación de las leyes de pobres

Heredero de la tradición calvinista en la que los justos están predestinados a salvarse, mientras que los pecadores son condenados irremisiblemente a la perdición, para Malthus, estas leyes no son otra cosa que los castigos naturales que están reservados a las clases bajas que no cumplan su contención moral y no restrinjan sus facultades de reproducción. Es como si no estuvieran invitados al banquete preparado por la naturaleza:

“El hombre que ha nacido en un mundo ya ocupado, si no puede lograr que los padres o parientes a quienes corresponda, le mantengan, y si la sociedad no quiere su trabajo, no tiene derecho alguno ni a la menor ración de alimentos. En resumidas cuentas, ese hombre no tiene por qué estar donde está. En el espléndido banquete de la naturaleza no le han puesto cubierto. La naturaleza le ordena que se vaya y no tardará en ejecutar su propia orden si este hombre no logra la compasión de algunos de los invitados. Si éstos se levantan y le dejan sitio, acudirán en seguida otros intrusos pidiendo el mismo favor… Se perturbará así el orden y la armonía de la fiesta, y la abundancia que antes reinaba se convertirá en escasez”. Thomas Malthus.

“Los miembros de una familia que se ha hecho demasiado numerosa para las tierras que posee y que antes le venían adecuadas, no tienen derecho a reclamar a otros una parte de sus productos como si se tratase de un justo tributo. Resulta de las inevitables leyes de la naturaleza que algunos seres humanos han de pasar necesidad. Existen muchas personas desgraciadas que en la gran lotería de la vida no han sacado premio”. Libro III, capítulo II.


De su planteamiento antihumano Malthus saca la siguiente conclusión:

“El gobierno nunca debe ayudar a los pobres. Prestarles auxilio equivaldría a estimularles a tener más hijos o a que sobrevivieran más de ellos, con lo que en último término empeoraría el problema del hambre”. Thomas Malthus

Por ello propondrá que se eliminen las llamadas “leyes de pobres” (poor laws). Estas leyes se crearon en la primera mitad del s. XVI por la reina Isabel I, con el fin de evitar el vagabundeo. Con ellas se realizaba una caridad institucionalizada a través de las parroquias locales, que proporcionaban ayuda a los pobres que lo necesitasen. En contrapartida se les prohibía mendigar fuera de sus parroquias de origen y si lo hacían eran fuertemente penalizados. Como pobres se consideraba a los ancianos, enfermos crónicos, los niños demasiado pequeños para poder trabajar, los accidentados temporalmente, los desempleados y los vagos. Las plagas y las hambrunas creaban periódicamente gran cantidad de pobres que podían sobrevivir gracias a estos subsidios. Malthus se mostrará contrario a estas ayudas que, en su opinión, no hacen otra cosa que propagar la indolencia y el número de pobres.

“Las leyes inglesas de protección a los pobres tienden a empeorar la situación general de los pobres de estas dos maneras. Primera: aumentando la población sin incrementar los víveres que ésta necesita para subsistir… Segunda: la cantidad de víveres consumidos en las casas de beneficencia (asilos, etc.) por una parte de la sociedad que no puede ser considerada, en general, como la más valiosa, hace que disminuya lo que debería corresponder a sus miembros más industriosos y meritorios”. Malthus Libro III, capítulo VI.

“He reflexionado mucho sobre las leyes de protección a los pobres y por ello espero se me permitirá que me atreva a proponer una medida de abolirlas paulatinamente… Estamos obligados, por la justicia y el honor, a negarles a los pobres el derecho a ser mantenidos”. Malthus. Libro IV, capítulo VIII.

“Respecto a los hijos ilegítimos… todos ellos se verían privados de la asistencia parroquial y quedarían con el único amparo de la caridad privada. Si los padres abandonan al niño, serán los únicos responsables de este delito. Un niño, relativamente, es de poco valor para la sociedad, ya que en seguida vienen otros a ocupar su puesto”. Thomas Malthus. Libro IV, capítulo VIII.

Esta doctrina resultaba tranquilizadora para la conciencia de los ricos a quienes costaba tanto esfuerzo aportar su dinero a la caridad privada o, pagando impuestos, a la asistencia social organizada por el Estado. Para Malthus existen dos clases de hombres: los afortunados en la gran lotería de la vida destinados a realizar “trabajos finos y descansados”…

“La esencia de la felicidad humana resulta grandemente beneficiada en la medida en que las personas más delicadas y sensibles no tienen que trabajar en quehaceres laboriosos, sino que resultan liberadas de los trabajos ocasionales que las hacen miserables, permitiéndoles la libertad para proseguir, sin interrupción, aquellas acciones para las cuales son adecuadas y que resultan las más útiles al Estado”.

Por otra parte estarían los pobres que, según él, se encuentran a gusto realizando labores miserables, peligrosas y fatigosas.

“En lo que se refiere a los más bajos de los pobres, por lo general ellos están contentos con las ocupaciones más miserables, los trabajos más laboriosos y las actividades más peligrosas. Las ramadas y los ejércitos de un Estado se enfrentarían muy rápidamente a una escasez de soldados y de marinos si la sobriedad y la diligencia prevalecieran universalmente. ¿Qué es i no la desesperanza de la pobreza la que hace que las clases más bajas puedan encarar los horrores que los esperan en los océanos tempestuosos o en los campos de batalla?” Thomas Malthus.

Las ideas de Malthus fueron encontrando el favor de la clase política acomodada, de tal manera que en 1834 se promulgó la “Reforma de la Ley de Protección a los Pobres”. Con ella quedaba suprimida toda ayuda a las personas aptas para el trabajo, no recogidas en casas de beneficencia. Los que solicitasen ayuda debían de recluirse en instituciones, separados de sus esposas e hijos, para trabajar en fábricas de tejidos de algodón. El asilo se convirtió en un estigma social. La ley se proponía hacer tan insoportable la asistencia pública que la mayoría de los necesitados prefiriesen morir de hambre antes que sufrir tal indignidad. Este sistema se continuó en Gran Bretaña hasta principios del siglo XX.
La teoría de la evolución planteada por Darwin se apoyó en esta visión inhumana y cruel de la sociedad humana, justificando las políticas liberales del Laissez Faire que fueron implantadas durante el s. XIX

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