10.7. Kate Millet: la nueva gran narración del Patriarcado

En 1969 Kate Millet escribió su obra “Política sexual” basándose en su tesis doctoral para la Univesidad de Columbia de Nueva York. En ella atacaba a la cultura Occidental acusándola de misoginia, aunque se centraba en algunos escritores de la historia como John Ruskin, Oscar Wilde, H. Lawrence, Henry Millar, etc.
A partir de esta obra surgirán en las universidades estadounidenses departamentos de women studies que se convertirán en importantes centros de difusión de la llamada ideología de género (gender) en forma de tesis doctorales, libros, revistas, etc. La idea principal de la obra de Millet es que la mujer ha estado universalmente oprimida y explotada por el hombre y que esta sistema de dominación, al que denominó patriarcado, es la base de todos los demás sistemas opresores.
Para Millet la actual imagen de inferioridad de las mujeres es un producto del mito y de la religión, principalmente judeocristiana, donde la figura de Eva, identificada con el pecado, asimila a la mujer con el mal y en consecuencia condiciona la sumisión de la mujer al hombre. Por supuesto, desconoce la figura bíblica de María como vencedora del pecado, según la teología cristiana.
Millet desarrolla la idea de género. En su opinión el sistema patriarcal produce individuos y géneros, en concreto el género femenino, esencialmente inferior y sometido al masculino.
Para librarse del género femenino la mujer ha de convertirse en lesbiana, un lesbianismo entendido como una comunidad femenina: “El comportamiento femenino es poderoso”. En 1970 es portada de la revista Time al declarar en un mitin su condición de lesbiana. A partir de entonces se dedicó a escribir sobre su vida sexual y la “agonía” que sufrió para realizar su elección sexual. Con ella aparece lo que llamaría “conciencia lesbiana” o feminismo lesbiano que considera que el amor entre mujeres puede y debe ser un acto político de liberación. Para ellas cualquier mujer que mantuviera relaciones heterosexuales estaba “durmiendo con el enemigo”.
Para Kate Millet la revolución sexual se realiza en tres fases. Comienza con la emancipación de la mujer como principal víctima del patriarcado, continúa con el fin de la opresión de los homosexuales y termina con la liberación sexual de los niños.
En su opinión la familia ejerce un control represor de la vida sexual de los niños como forma de controlarlos y por ello defiende el derecho de los niños de expresarse sexualmente y en consecuencia ha de suprimirse las limitaciones a la edad de consentimiento.

De la violencia de sexo a la violencia de género

Uno de los aspectos principales de reescribir la historia desde l punto de vista del género es que se presenta esta como una narración dominada por la violencia masculina con el fin de tener sometida a la mujer. Y entre las primeras instituciones violentas presentan al matrimonio y a la familia.
El feminismo radical presenta al varón como agresivo y violento, mientras que la mujer es presentada como dulce y tierna. Incluso la sexualidad de ambos se presenta como radicalmente distinta. Al varón se le presenta con una sexualidad exclusivamente centrada en los genitales y carente de amor y emoción. La femenina se vende como más afectiva y tierna, y orientada a los sentimientos. Curiosamente cuando se amplían estas categorías a otras modalidades del género como los homosexuales (gays) se les presenta como seres cariñosos, que escuchan, son atentos, tiernos, educados y que odian la violencia. Para Germaine Greer la violencia es una característica esencial en los varones. Para ella el macho humano es un animal depredador.

“La agresividad, la tensión sexual y la relación jerárquica son determinantes genéticos del machismo que se encuentra en todos los hombres”. Germanine Greer.

Algunas feministas llegan a justificar fisiológicamente estos dos extremos en la acción de las hormonas, tan diferentes en ambos sexos. Los varones estarían controlados y determinados por la testosterona, mientras que las mujeres serían dominadas por los ciclos hormonales de la progesterona y los esteroides.
Andrea Dworkin lleva este concepto al extremo al afirmar que “los hombres aman la muerte, los hombres aman especialmente el asesinato”. Mackinnon dirá que la necrofilia es el mensaje principal del patriarcado, en cambio las mujeres se identifican con la vida, la naturaleza, la tierra y la fertilidad.
Para este feminismo toda forma de relación sexual es una violación.

“Para los hombres el sexo es sinónimo de violación y el pene es instrumento de poder y de terror, y la pornografía es la representación de todos estos males”.

La solución pasaría por la abolición de la heterosexualidad (noviazgo, matrimonio y familia) y la proclamación del lesbianismo como única opción política posible.
Por ello cuando se habla de violencia de sexo, en el feminismo radical se refieren a cualquier relación sexual de una mujer con un hombre.

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